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martes, 29 de marzo de 2011

Aurelya & Sybilamir


Y pensar que hasta hace unos días no sabía nada de que vosotras también estabais en esto.
Me hacia tanta falta hablar de esto con alguien que no fuera Alex y ahora os tengo a vosotras, Aurelya y Sybilamir, mis amigas, mi todo.
Gracias por estar ahí siempre, por escuchar mi historia, por preocuparos por mí, por contarme vuestros secretos. Gracias por todo, por ser como sois, por ser mis amigas en ese lugar desconocido y por hacer que no me vea tan sola.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Desilusiones

Todo de aleja de mi vista, no doy alcance a lo que más deseo, y lo peor es que ya no soy capaz de verte al otro lado de la cama, aferrándome a ti con fuerza, y aun así cuidándome, protegiendo mi fragilidad, mi inocencia, mis sueños…
Dime Avareen, ¿Por qué agora tan lejano lo siento? Dime ¿Por qué veo mis sueños tan lejanos? Y él…él que era mi único sueño. Dime, Gran señor, ¿Qué males he hecho? Predecir sucesos, tal vez, pensar en una lejana y posible utopía, en una mágica puerta que nos guía al Edén.
Si, tal vez sea eso lo que he hecho y por lo que me castigas. Por eso en estos momentos de tan dura tragedia, tanta soledad acumulada, mi corazón solo tiene desilusiones. 

Capitulo 2


Todo era muchísimo más fácil si no pensaba en ello, si no pensaba que cualquier día tendría que abandonar a mi familia y no mirar atrás. “Abandonaré a mi familia, si, y cuando volvamos allí, formaré la mía propia, la mía y de Caius-pensé mientras le miraba, estaba dormido y en sueños sonreía-.”
Me tumbe a su lado en la cama, él medio dormido aún me atrajo hacia él rodeándome con los brazos alrededor de mi cuerpo, sonreí y me giré entre sus brazos para mirarle, le di un beso leve cuando de repente Alexandre entro al dormitorio.
-Ha habido un ataque-Dijo con respiración entre cortada, Caius se despertó-.
Alexandre salió del dormitorio mientras que Caius y yo nos vestíamos con nuestro habitual traje de pelea negro, cogí mi capa roja y me la puse atándola a mi cuello con un lacito. Caius beso mi nuca calmándome.
Salimos del escondite dirigiéndonos a la zona de apartamentos en la que por aquel entonces yo vivía. Todo parecía igual pero yo sabía que algo iba mal, muy mal. Subimos los pisos rápidamente, entramos en mi casa, todo estaba desordenado, con la puerta derribada, me asusté, había manchas de sangre allí por donde pasaba, miré mi dormitorio, estaba tal y como lo había dejado hacia ya casi tres días. Me acerque al dormitorio de mis padres, sobre la cama había tendidos dos cuerpos, un hombre y una mujer, ambos sin vida. Eran mis padres, o al menos, lo que quedaba de ellos. No pude evitar pensar en mi hermano. Se oyó un ruido en la cocina. Un cuerpecito pequeño que apenas contaba con diez años estaba tendido en el suelo, aun respiraba. Corrí hacia él, cogiéndole, le senté en mi regazo y le acuné.
Puse mis manos sobre la herida de su hombro, bajo mis manos apareció una luz blanca, le estaba curando. Mi hermano recuperó el color. Alexandre y Caius observaban en silencio. Mi hermano abrió los ojos asustado, se aferró a mí, le bese en la frente derramando lágrimas.
-¿Estás bien?-le susurré con la voz ronca de tanto llorar-.
Él asintió, sentí alivio pero aun así estaba triste y aturdida. Alexandre dio un paso hacia adelante.
.Le llevaremos a casa-me dijo este- estará bien, ahora es como de los nuestros.
Asentí y él junto con mi hermano desapareció de la casa. Fui de  nuevo al dormitorio de mis padres. Encendí la luz. Caius y yo nos acercamos a sus cuerpos, tenían marcas de mordiscos.
-Repudiados-Dijo Caius apretando mi mano a modo de consuelo-.
Los repudiados eran vampiros que no acataban las normas de la casa a la que pertenecían, la casa de los Delacroix era una de ellas.  Se dedicaban a asesinar a personas inocentes, les daba igual todo. Para ellos contra más joven mejor.  Sentí coraje. ¿Y si hubiese muerto mi hermano? Tenía diez años, le quedaba una vida por delante, una larga vida.
Cerré los ojos de mis padres y comencé a llorar junto a ellos, con fuerza. Nadie podía consolarme, ni Caius. Me quedé así durante horas, no sé cuantas fueron. Por la mañana apareció la policía, un vecino había avisado de los gritos de hace unas cuantas horas.
Decían que había más casos similares, asesinatos en serie, al parecer. Pero en donde ellos veían asesinos en serie, yo veía a Repudiados inexpertos.
Cogí unas cuantas maletas llenándola de las pertenencias de mi hermano, mías y algunos recuerdos con nuestros padres. Camine hacía el balcón interior y cogí una gran pecera con una tortuga recién nacida dentro, se llamaba Marlín, como el padre de Nemo en “Buscando a Nemo”. La compré un par de meses antes de que mi abuela muriera por su enfermedad.  Nos fuimos.
Al llegar al escondite se oían risitas, sonreí. Entramos, mi hermano estaba tirado en el suelo riéndose porque Alexandre le estaba haciendo cosquillas. Al verme se levantó y vino corriendo a abrazarme fuerte por la cintura. Me quería y yo no podía vivir sin él.
-Leonard-le abracé con fuerza-.
Alexandre me miró. Se acercó a nosotros.
-Debéis cuidarle, eres su hermana y su única familia-nos miro a Caius y a mi-.
-Como si fuera nuestro propio hijo-Sonrió Caius intentando hacerme sentir mejor-.
-Uff, creo que me he saltado casi once años de maternidad.
Todos se rieron con fuerza, incluso Morwen que acababa de llegar a la casa. Yo sabía que con el tiempo y la eternidad él se olvidaría de nuestros padres y pensaría que Caius y yo lo éramos. Ojala fuera así, yo no aguantaría verle sufrir más.
Teníamos una habitación libre en la cual, Leonard, podría estar, sería su habitación, su nueva habitación. Metí las maletas dentro, comencé a ordenarla, cuando terminé ya era de noche. Leonard apareció con su pijama azul y su bata en tonos grises. Llevaba los pies descalzos y estaba agarrando su libro de “Geronimo Stilton, la carrera más loca del mundo”. Siempre llevaba un libro en la mano, le encantaba leer y era muy inteligente, aunque yo no lo dijera en voz alta, me sentía orgullosa de ser su hermana. Leonard era siempre amable con todo el mundo, de estatura mediana para la edad que tenía, de constitución fuerte, su pelo era Cataño claro, de piel pálida como la mía, era de naturaleza afable, aunque de vez en cuando cabezón. Y yo lo quería con locura.
Él me abrazo con fuerza, cerrando los ojos, le besé en el pelo, vi como Leonard bostezaba y dejaba caer su libro al suelo. Estaba cansado. Le abrí la cama y le tumbe sobre las sábanas de ositos marrones, él se abrazó a la almohada y yo me senté en el suelo mirando como dormía mi pequeño hermano. Este se durmió. Sonreí, Caius apareció por la puerta, mientras yo me levantaba, no le veía, entonces me abrazo por la cintura con una nueva ternura que jamás había notado cuando me abrazaba. Yo sabía a qué se debía ese cambio, pero era demasiado cobarde como para decirlo en voz alta, pues sabía que la formulación de dichas palabras encadenadas me derrumbarían.
-No te preocupes, todo va a salir bien-decía mientras me besaba en la sien- Estoy aquí contigo-Yo sonreí mientras miraba la intervalada respiración de Leonard, gire mi cabeza para intentar besarle, pero al ser el más alto que yo no lo conseguí, el se rió- Cariño, vamos a la sala, tenemos que hablar con Alex…Alexandre-añadió cuando vio aparecer una sombra por detrás nuestro, era Alexandre, le dio una palmadita en el hombro a Caius-.
Los tres salimos hacia la sala de la guarida, Morwen estaba allí. Lucia un hermoso vestido en colores claros. Suspiré. Yo llevaba ropa mundana, unos vaqueros maltrechos, rotos por abajo, una sudadera rosa chicle, con unas Adidas bastante sucias. No-pensé- Jamás seré como ella. Ella era hermosa, de semblante mágico y puro, y yo, yo solo era una mundana, demasiado mundana para conseguir lo que todos esperaban que consiguiera. Lo único que tenía para poder seguir viviendo era Caius, bueno él y la pequeña figura que dormía en su dormitorio, Leonard. Morwen en cambio tenía miles de cosas, una familia, y al menos se acordaba de ella, tenía a Alexandre que la adoraba  y allí de donde éramos tenía un hijo, y tal vez algún día tuviera un segundo. Ella era hermosa, la más hermosa. Y yo solo era Ariadne, Ariadne Delacroix, no era ni fea ni guapa, ni alta ni baja, ni gorda ni delgada. Solo era yo.
Caius me miraba, si, por milésima vez se me había olvidado proteger mi cabeza, es decir, esto hacia que Caius pudiera leer mi mente, con protección no. Él acaricio mi cuello, me beso en el pelo y suspiró- Eres lo más hermoso de aquí-Dijo con voz baja- Así que no pienses lo contrario, porque no te lo permito.
Alexandre comenzó a hablar.
-Hoy hemos descubierto que en las zonas cercanas a nuestro distrito* ha habido más ataques de Repudiados. No son muy expertos, pero son fuertes y muchos. Tal vez haya alguien detrás controlando cada paso de dichos esperpentos-Asentimos casi al unísono- Tenemos que encontrar a este aquelarre de Repudiados y darles fin. Mañana salimos, Heidi se quedará aquí cuidando de Leonard, será así durante el tiempo que no estemos aquí en casa. De mientras Heidi se quedará con nosotros-Me miró directamente a mí con mirada de culpabilidad- ¿Vale?
-Entendido.


Distrito*: Zona custodiada por los muchos integrantes del grupo, que se dedican a salvar a los humanos.