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domingo, 16 de enero de 2011

Capitulo 1.



Caminaba por la calle sin alzar la mirada al frente, sin ver otra cosa que las punteras de mis zapatos ya desgastados. Choqué contra un hombre que hizo que despertará de mi ensoñación. Me disculpe y seguí caminando por las calles de Manhattan, no podía creerlo, había vivido engañada durante toda mi vida.
Entré en mi casa tirando las llaves en el mueble de la entrada, como hacia siempre. Caminé a mi dormitorio a paso de zombi, tambaleándome, caí sobre la cama mirando a mí alrededor, cerré los ojos pensativa y miles de recuerdos asaltaron a mi mente.
Siempre había sido Ariadne Delacroix, una joven de piel clara, pelo rubio y con ojos del color del zafiro. Una niña que se llevaba bien con todo el mundo, que por desgracia no era muy agraciada pero su buen humor corregía ese único fallo. Esa muchacha que ya tenía casi los 17 años, una edad que le cambiaria la vida y que en este último año había cambiado su forma de ver las cosas.
Ya no era esa niña infantil de hace unos años, no, ya no. Ahora quería cambiar las cosas, quería ser alguien grande y que su gente la conociera.
Ella no era solo Ariadne Delacroix, esa muchacha del norte de Manhattan, no era solo esa niña francesa que se había mudado a Estados Unidos cuando casi la raptaron. Por aquel entonces ella pensaba que esas personas eran malvadas pero ahora creía que no, que solo querían enseñarla como era su verdadero yo.
Me levanté de la cama escuchando los ronquidos de mi padre que procedían de la otra habitación. Miré mi reloj, era tarde y Alexandre me esperaba.
Salí disparada hacía la puerta dando un portazo fuerte.
Caminé por la calle durante cinco minutos hasta llegar a la plaza en la que Alexandre me esperaba. Estaba sentado mirando el agua de una fuente, vestía con sus habituales colores oscuros que le camuflaban en la noche. Cuando me vio me lanzo una sonrisa torcida. Bajé la cabeza y llegué hasta él con las manos en los bolsillos.
-Hola-Dije en un suspiro-
-Te estaba esperando señorita Delacroix.
-Lo siento, después de la noticia he estado como ida.
Él asintió y se levantó del banco en el que yacía. Le seguí, él me guió hasta un lugar escondido y recóndito de Manhattan. Seguía pensando… y Caius siempre estaba en mi cabeza.
Cuando llegamos a lo que parecía un escondite.
-Nadie más lo ve, tiene un glamour-Dijo él-.
Entramos, no pude evitar soltar un grito ahogado, él estaba ahí, vestido con su habitual traje negro. Su pelo resplandecía en la oscuridad.
Corrí a abrazarle con fuerza, me besó en el pelo.
-Ariadne… -susurró contra mi pelo-.
Comencé a derramar lágrimas.
-¿Qué tal tu… misión?-Alcé la mirada a su cara, él me miraba fijamente-.
-¿Estás bien, Ari?
-¿Cómo quieres que esté? Mi novio se va a una misión en la cual su vida peligra y se va sin despedirse…
-No podía hacerlo-acaricio mi mejilla con su pulgar y luego besó mi frente-.
Alexandre y yo nos pasamos la tarde entrenando mientras que Caius descansaba de su misión.
Terminamos de entrenar puesto que ya estábamos agotados. El reloj dio las ocho de la tarde, lancé un suspiro.
-Voy a casa, mis padres me estarán esperando.
-Ariadne-Dijo Alexandre-.
Le mire-¿Si?-Él se levantó y se colocó frente a mí-.
-Tienes que elegir, o seguir con esta vida o vivir una vida humana con tus padres, pero sin Caius.
Me llevé la mano a la boca- Déjame pensarlo, Alexandre…
Él asintió en silencio mientras salía hacia la habitación de Caius.
Cuando entré él estaba dormido en una gran cama de matrimonio idéntica a la que él y yo teníamos en nuestro verdadero hogar.
Me senté a su lado acariciándole la cara, él despertó poco a poco, cuando me vio sonrío. Por vez primera desde que había vuelto de su misión Caius me besó, sin poderlo evitar le sonreí mientras aun nos besábamos.
-Yo no quiero hacerte elegir, pero no mentiría si dijera que quiero que te quedes conmigo-me susurró cerca del oído-.
-Y quiero elegir esto-le señale- necesito tiempo para hacer que la gente se olvide.
Él me rodeó con sus brazos, apretándolos alrededor de mi cintura-Te quiero.
-Y yo a ti y lo sabes, he de irme…
-No lo hagas, pasa aquí la noche, tus padres no se enteraran.
Era difícil decirle que no a Caius cuando vivías por él-Vale-le susurré mientras me levantaba, desabotoné mi abrigo y lo coloqué en el perchero-.
Caius se levantó, abrió la puerta y se dirigió a la sala principal. Le seguí. En la sala estaba Alexandre junto con una mujer joven, de pelo muy claro, vestido largo blanco y ojos azules eléctricos, la reconocí, era Morwen.
Caius colocó su brazo alrededor de mi cintura aferrándome contra él. Morwen se giró y me miró de arriba abajo. Mi ropa no la gustaba.
-Nunca entenderé esas modas mundanas.
Me encogí de hombros soltando una sonrisita.  
-La verdad es que me gustan más los vestidos que tengo en el armario del dormitorio.
-Ponte uno-me dijo ella cogiéndome del brazo-.
Fuimos al dormitorio de nuevo, pero esta vez solo Morwen y yo. Rebuscamos en el armario rustico que estaba junto a la puerta. Sacamos uno de color magenta con rebordes dorados. Me lo puse.
-Creo que este me lo regalo mi padre, aun no lo recuerdo.
Ella sonrío-Estás preciosa, a Caius le encantará ya lo verás.
Volvimos a la sala caminando despacio por los pasillos, yo miraba todo como si fuese la primera vez que estaba ahí, aunque en realidad llevaba cerca de medio año alternando los días para poder ir allí. De vez en cuando dormía en esa casa, que normalmente no tenía ningún glamor. Morwen me miró.
-Cariño, ¿Te pasa algo?-preguntó un poco preocupada o al menos eso parecía aunque Morwen era muy reservada como para decirlo-.
-No, no, solo pensaba en cómo hacer que la gente se olvide de mí, es esto o mi vida humana. Y elijo esto.
Ella me dedicó una sonrisa divertida. Llegamos a la sala riéndonos, Morwen se sentó junto a Alexandre, este la beso en la sien ¿Se me había olvidado decir que estos eran pareja?
Caius me miro como si se acabará el mundo, como si fuera la primera y última vez que me pudiera mirar. Me senté en su regazo, me apretó contra él.
Le mire a los ojos, le brillaban, pude sentir cuanto era el amor que sentía por mí.
Me quede pensativa.
<<Alexandre estaba sentado en el sillón de mi salón, yo estaba recostada en el sofá color rojo cereza de mi casa. Alexandre me estaba explicando los muchos hechizos que tenía que haber aprendido el día anterior, él cambio el tema de conversación, empezó a hablar de Caius y de cómo se sentía…
-Verás, lo que Caius y tú sentís no es algo que se pueda romper, os necesitáis el uno al otro y cuando estáis separados durante mucho tiempo podéis incluso morir-sentí un nudo en el estomago- Es lo mismo que me pasa a mí con Morwen>>
Por aquel entonces solo la había visto una vez cuando Caius estaba en una prueba y ella y Heidi pasaron a verme, Caius lo pasaba muy mal cuando no me tenía vigilada, así que mando a mis nuevas amigas a verme. Ese día, por vez primera pasé a un espíritu de ojos verdes al otro lado. Hay dos tipos de espíritus por lo que yo sé, de ojos verdes a los que sé pasar al otro lado o los de ojos rojos, con los que apenas me he topado. Hice luz con mi mano pasando a un par de espíritus. No era complicado pero luego me solía sentir débil.
Desperté de mis recuerdos cuando Caius besó mi mejilla y yo sonreí.
-Tengo sueño-le susurré-.
Él al oírme me cogió en brazos, me aferré a él para no caerme, porque aun sabiendo que quien me llevaba era la persona que más me quería, yo seguía siendo insegura-la voy a llevar a la cama, si eso luego vengo-aunque los cuatro sabíamos que no lo haría-.
Salimos de la sala, él me seguía cogiendo en brazos, entramos al dormitorio y me recostó en la cama. Busqué mi camisón bajo la almohada, él se giró.
-Oh venga, eres el tío con el que pienso pasar el resto de mi vida y aun te giras cuando me voy a cambiar-Dije cambiándome-.
Él se rio y se giro cuando yo me estaba colocando el camisón, besó mi frente y yo sonreí, rodee su cuerpo con mis brazos, él me levantó del suelo y yo rodee su cintura con mis piernas, él se rió mientras buscaba mi boca con la suya. Me besó, le besé. Me recostó en la cama y me besó en la frente.
-¿No quieres?-susurré casi para mí-.
-No es eso, mañana tienes clases-Dijo mientras me acariciaba la mejilla-.
No dije nada más y me acurruqué bajo las sábanas, él se tumbo a mi lado, yo no quería decirlo pero ambos sabíamos que me había hecho sentir rechazada,  nadie podía haberme  hecho sentir así… salvo él.
Él suspiró, estaba leyendo mis pensamientos y sabía que yo me hacia la dormida solo para evitar hablar con él.
-Cariño…-Dijo, no contesté-.
Volvió a suspirar y se colocó bajo las sábanas abrazándome por la cintura, con fuerza. Me giré a mirarle, él me miró y alzó su mano a mi pelo.
-Lo siento…-susurró y cerré los ojos- Te quiero, Ariadne-los volví a abrir mientras le escuchaba- Avareen sabe  que no hay cosa o persona que más quiera que a ti, claro que quiero, pequeña, pero no podemos…
Suspiré y le miré a los ojos- No se tienen por qué enterar…
Él me besó con sumo cuidado, enredó sus dedos en mi pelo, le acaricié, él se rió y nos seguimos besando, él jugueteó con el lacito del camisón, me besó toda la cara, metí mis manos por dentro de su camiseta negra, se estremeció ante el contacto de mi piel y la suya, levantó un poco mi camisón, lo suficiente para que me viera el muslo. Se apartó un poco.
-No podemos-suspire, él me atrajo hacia él, recosté mi cabeza en su pecho, aferrándome a él-.
Me quede dormida, dormí bien, durante varias horas, cuando desperté el calor del cuerpo de Caius ya no estaba. Me levanté de la cama con las piernas entumecidas, mire el reloj, era tarde, busqué una bata de tela china, era blanca y rosa, salí de la habitación caminando hacia la sala, me recosté sobre el marco de puerta, Caius sonrío, Alexandre que estaba sentado leyendo un libro, dándome la espalda, se giró y palmeó el hueco vacío que había a su lado. Me senté junto a él. Me miró serio.
-¿Qué es lo que paso anoche?-Junté los dientes apretándolos-¿No te tengo dicho que eso ahora no lo podéis hacer? El mundo puede estar en peligro y tú que eres de las pocas personas que pueden hacer algo ¿Vas a estropearlo todo por un poco de sexo que puedes tener cuando todo esté bien? Mira Ariadne, siento ser tan duro contigo porque me caes realmente bien, pero ya conoces las normas.
Yo no contesté. Me quede sin saber que decir o que hacer, mire al suelo, me quede así un rato. Alexandre suspiró. Me levanté sin decir nada y Salí de la habitación, fui al dormitorio otra vez y busqué mi ropa del día anterior, cogí mi bolso y ordené el dormitorio, volví al salón, Alexandre y Caius me miraron.
-¿A dónde vas?-preguntó Caius-.
-No lo sé, solo me voy…ç
-¿Luego vuelves, cariño?-siguió preguntando este-.
Me encogí de hombros y vi como Alexandre me miraba preocupado, él sabía que lo que me había dicho me había dolido. Caius se puso en pie, se acerco a mí y me acarició la mejilla.
-Te acompaño-concluyó él-yo sabía que tenía miedo de que no volviera, él siempre quería estar conmigo y yo jamás le ponía pegas a ello-.
-Vale, Demos un paseo-Cogí la mano de Caius entrelazando nuestros dedos, él sonrío y apretó nuestras manos-.
Nos despedimos de Alexandre y Morwen, esta acababa de levantarse.
Caius y yo salimos de la casa.
Caminamos por los parques del centro de Manhattan. Por vez primera estaba sola con Caius caminando por las calles de la Gran Manzana.
Caius pasó su brazo alrededor de mi cintura apretándome contra él, sonreí. ¿Cómo podía todo mi mundo centrarse en una sola persona? Ni yo misma lo sabía., él era la persona con la que quería despertar cada mañana, solo sabía eso, que lo amaba sobre todas las cosas y que quería pasar toda mi vida o existencia a su lado. Él me estaba leyendo los pensamientos, los ojitos le brillaban alegres. Me besó en el pelo.
-Te amo-susurró en mi oído- Más que a mi vida.
Sonreí mirándole- Te amo.
De frente aparecieron dos siluetas, conforme iban avanzando hacia nosotros, sus rasgos se iban visualizando mejor, los conocía, claro que los conocía. Eran mis dos personitas más importantes en mi vida mundana. Mis dos mejores amigos, Danny y Cory.
Danny era algo mayor que yo, un par de meses mínimo, era alto y su pelo era moreno y corto. Siempre me ayudaba en todo y yo le ayudaba a él. Habíamos pasado mucho juntos.
Cory era menor que nosotros, un par de años o algo menos, tenía mi altura, su pelo también era moreno y a diferencia de Danny, Cory llevaba gafas. Era quien me hacia reír, nos apoyábamos siempre.
Les sonreí, ellos se acercaron.
-Hola, peque-dijo Danny-.
Cory se rió levemente- Hola Ariadne, ah y hola Caius.
-Hola, chicos-dijo mi novio algo inseguro-.
¿Por qué no has ido a clase hoy?-Me preguntaron y Caius se rió-.
No la dejé-Dijo este- a ver si algún listo la va a enamorar.
-Como si ella pudiera querer a alguien que no fueras tú-Dijo Cory divertido, yo les miraba riéndome-.
-Bueno, nosotros vamos a ver a una amiga de Cory-Dijo Danny comenzando a andar de nuevo- os dejamos solos, cuídamela-le dijo directamente a Caius-.
-No te preocupes, lo haré con mi vida.
Se despidieron y siguieron su rumbo. Caius y yo nos volvimos a quedar solos, disfrutando de la soledad de una pareja.


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